El bautismo borra el pecado original, nos da la fe y la vida divina, y nos hace hijos de Dios. La Santísima Trinidad toma posesión del alma y comienza a santificarnos.
Según el plan de amor del Señor, el bautismo es necesario para la salvación.
El bautismo es el sacramento por el que renacemos a la vida divina y somos hechos hijos de Dios.
Es el primero de los sacramentos porque es la puerta que abre el acceso a los demás sacramentos, y sin el no se puede recibir ningún otro.
Los efectos que produce el bautismo son: perdona el pecado original, y cualquier otro pecado, con las penas debidas por ellas. Se nos dan las tres divinas personas junto con la gracia santificante. Infunde la gracia santificante, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo. Imprime en el alma el carácter sacramental que nos hace cristianos para siempre. Nos incorpora a la Iglesia.
¿Quién puede bautizar?
Ordinariamente puede bautizar el obispo, el sacerdote y el Diácono, pero en caso de necesidad puede hacerlo cualquier persona que tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia.
¿Cómo se bautiza?
Se bautiza derramando agua sobre la cabeza y diciendo: “Yo te Bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Los padres y padrinos acuden con el niño recién nacido para cristianar al nuevo miembro de la familia.
A la salida del templo es costumbre que los padrinos tiren caramelos y monedas a los niños que han acudido a la celebración.