Cada equipo estaba dirigido por un jefe o jefa, que reunía, aleccionaba, premiaba a los chicos según sus obras de bondad. Todo ello se coordinaba desde el Cuartel General.
La Cruzada duró seis semanas, tiempo suficiente para que los más jóvenes consiguieran los objetivos anteriormente expuestos, y durante ella los chicos/as llevaban la cruz de Santiago en el pecho y la cartilla en el bolsillo, para que los agentes secretos o los jefes de equipo les premiasen con los sellos necesarios según hubiesen hecho una obra buena (dar limosna, evitar una pelea, ceder la acera a una persona mayor, saludar a la gente…) o no premiasen en caso de haber hecho una obra mala (pelearse, insultarse, decir palabras malsonantes…). En casa había unas tareas, unos sacrificios que cumplir y según el grado de cumplimiento los padres también premiaban a sus hijos con sellos en la cartilla.